Memorias Colectivas de Melinka-Puchuncaví

Este espacio busca recopilar la memoria de este campo a través del relato de ex-prisioneros políticos, sus familiares y el testimonio de habitantes de Puchuncaví. 

  • En una ocasión la Comandancia ordenó realizar trabajos de mantenimiento en los recintos de cocina y comedor; este trabajo se realizó a plena satisfacción…hasta que anocheció.
    Al encenderse las luces interiores de la cocina aparecieron nítidas tres letras que una brocha había pintado en blanco sobre la fina malla de alambre que cubría la ventana: MIR…–Renato Alvarado Vidal

  • Yo invité a algunos curas para hacer una misa el viernes Santo. En esa ocasión fueron varios sacerdotes para celebrar, esa quincena la tenía al mando un comandante que no se metió mucho con nosotros a pesar que el primero Núñez advirtió que «la marea viene mala” los curas se fueron dejando un mensaje muy fuerte en su prédica.–Francisco Ruiz Giaverinni

  • Los marinos empezaron a golpear puertas de algunas cabañas y empezaron a sacar gente y hacerles como se decía en esos tiempos picadero, al principio la gente no sabía que pasaba, si estaban matando a los compañeros o que, porque se escuchaban muchos balazos, carreras y gritos.–Alejandro Duhalde Santana

  • Los prisioneros políticos de Puchuncaví solicitaron a la comandancia del Campo de detenidos políticos poder comprar los periódicos y revistas que tenían autorización de circular en Chile, esto debió haber sido a mediados de noviembre de 1974, en ese periodo la mayoría de los detenidos provenían del Campo de prisioneros políticos de Chacabuco…–Hernán Brain Pizarro

  • La sabiduría del preso es mantenerse permanentemente ocupado en el campo. Deportes, artesanías, trabajo de cuadrillas, lectura de todo lo que caiga en las manos: periódicos, revistas, libros de entretención y estudio, en fin, mantener el cuerpo y/o la mente sumidos en menesteres mínimos y máximos, todo para evitar caer en la cuenta de los minutos, horas y días que llevamos aquí adentro, y evitar también el temerario cálculo de cuánto tiempo cumpliremos encerrados.–Patricio Rojas Lara

Nacer en Prisión

Durante la noche del 11 al 12 de junio de 1975, desperté al oír que abrían los cerrojos de la cabaña en que habitaba dentro del campo de prisioneros llamado “Melinka”, junto al pueblo de Puchuncaví. Que fuesen a buscar a alguien durante la noche no era en absoluto buen augurio, por lo que nuestra alarma fue grande, pero también muy breve, ya que en vez del acostumbrado “levántate conch’e tu madre”, lo que escuchamos fue un muy educado ¿…doctor…?

Esa noche la señora Anita, vecina del sector, comenzó con trabajo de parto; en Puchuncaví no había por aquel entonces ni siquiera una posta de salud, pero dos médicos que antes habían estado presos en este campo, los colegas Rojas e Ipinza, habían obtenido de la Comandancia la autorización para ofrecer atención a la población infantil, dando así buen uso a los medicamentos aportados por la Cruz Roja, de modo que se sabía que en el campo se podía obtener atención médica, y allá partió la señora Anita en medio de la noche.

Al requerimiento de la comandancia nos presentamos Francisco Vielma y yo, siendo informados de la situación. El Comandante lo único que deseaba era que la paciente pudiese ser embarcada en algún vehículo y llevada a parir a cualquier otro sitio, pero luego de examinar a la parturienta y constatar que presentaba una amplia dilatación del cuello uterino, le informé que tal cosa era imposible y que el parto era inminente.

Ante tal noticia me preguntó si podíamos atender allí mismo el nacimiento, a lo cual respondí afirmativamente. ¡Hágase cargo! me dijo y se marchó, tras lo cual Pancho y yo comenzamos a dar las indicaciones necesarias y, como los milicos tienen obediencia al mandato, acataron todas nuestras órdenes y quedamos al mando de la situación.

En una de las dos piezas con que constaba la enfermería improvisamos una sala de parto, yo me hice cargo de la parte obstétrica y Pancho de la recién nacida. Todo salió de maravillas, nació una robusta niñita y la madre no tuvo problema alguno. En el lapso previo al parto tuve tiempo para pararme un rato en la puerta y mirar el cielo nocturno, después de mucho tiempo pude volver a ver las estrellas.

Los compañeros que habitaban el recinto contiguo a donde “hospitalizamos” a la señora Anita, alertados por el inusitado trajín, en un momento en que percibieron que no había guardias cerca, golpearon suavemente el tabique que nos separaba y me preguntaron: Machi ¿qué pasa? Un parto, les contesté, sin poder dar más detalles, pero eso fue suficiente; cuando amaneció ya todo el campo se enteró y al rato había ya muchos compañeros en demanda de visitar a madre e hija y entregarle algún obsequio, un tejido, un repujado de cobre, una artesanía, una muñequita; una larga columna de humildes reyes magos dando un testimonio de amor a esa hija del pueblo que nos devolvía la dignidad que la Dictadura trataba en vano de arrebatarnos.

Treinta y siete años después tuve la oportunidad de ir nuevamente a Puchuncaví y juntarme con la señora Anita y Blanca Francisca Melinka Vásquez Cisternas, ahora una bella mujer muy orgullosa de llevar esos nombres que le recuerdan cómo y dónde nació, haciendo de ella la protagonista de una historia única y hermosa en esa larga noche que fue la Dictadura

– Renato Alvarado Vidal –

Invierno en Puchuncaví

Mi estadía como preso político en el campo de concentración de Puchuncaví fue a un tiempo profunda y extensamente educativa. Durante el invierno de 1975, me tocó vivir una experiencia que me enseñó de una vez y para siempre, cuan compleja puede ser la trama de la historia y cuan contradictorio puede ser su reflejo en las razones y emociones personales.
Ese año la dictadura realizó uno de sus montajes más chocantes y que cubrió de ignominia a la prensa adicta régimen. Intentando eludir la presión que ante el mundo representaba la gran cantidad de detenidos desaparecidos, la dictadura hizo aparecer en publicaciones de Brasil y Argentina una lista de 119 nombres, correspondientes – según tal información – a subversivos que en su enajenación asesina se habían exterminado entre sí. Lo absurdo de tal afirmación causaba un asco semejante al que hoy – abril 2020 – produce el informe
de Carabineros inculpando a los propios manifestante callejeros de haber reventado los ojos a uno de los suyos. Pero en el campo el asunto era aún peor, ya que muchos de quienes allí nos encontrábamos, habíamos compartido encierro en algún momento cercano con los que ahora aparecían muertos en el extranjero.
Por esos días culminaba la campaña de exterminio de los organismos de seguridad sobre el Movimiento de Izquierda Revolucionario, por lo que a esta militancia pertenecían no sólo los asesinados sino también prácticamente la mitad de los presos de este campo, de modo que la ostentosa canallada causó un profundo impacto en el conjunto y los muchachos del MIR, además de algunos socialistas, se declararon en huelga de hambre el día 31 de julio, exigiendo una aclaración.
Dado que en esos recintos siempre existía la posibilidad del soplonaje, los organizadores del movimiento – que comprendía además otros recintos de prisión – llevaron adelante los preparativos de manera muy conspirativa, de modo que quienes no pertenecíamos al MIR nos encontramos con la novedad ese mismo día en la mañana…y había que tomar una decisión ¿Te sumabas o no?
El lapso para decidir era muy corto y ahí chocaban las emociones, que impulsaban a solidarizar con lo que se expresaba como un imperativo de conciencia, contra las razones que planteaban muchas, demasiadas interrogantes ¿Cuál era el criterio de victoria? ¿Valía la pena ese fin a costa de evidenciar nuestra red de contactos? El gesto era noble, pero ¿Era sensato?
En mi caso yo había caído preso justamente por haber prestado ayuda a militantes del MIR, más aún, había sido delatado por uno de ellos, por Emilio Iribarren, de triste memoria, por lo que tenía fundados motivos para desconfiar tanto del buen juicio como de la solidez y organización de ese movimiento.
Esos minutos previos a tomar una decisión fueron para mí un torbellino mental en solitario, ya que sólo más tarde, cuando el grupo huelguista había sido ya aislado en las cabañas “celestes”, tuve oportunidad de discutir la situación con otros compañeros que también habían resuelto no sumarse, y ahí constatamos que varios habíamos pasado por igual trance y habíamos conocido la misma angustiosa disyuntiva.

– Renato Alvarado Vidal –

Luz, Cámara,….

En una ocasión la Comandancia ordenó realizar trabajos de mantenimiento en los recintos de cocina y comedor; este trabajo se realizó a plena satisfacción…hasta que anocheció.
Al encenderse las luces interiores de la cocina aparecieron nítidas tres letras que una brocha había pintado en blanco sobre la fina malla de alambre que cubría la ventana: MIR. Tamaña tocada de oreja no podía pasar así como así, no era cosa de mandar limpiarlo y sería todo, el honor de la Infantería de marina estaba en juego, la ofensa exigía expiación.
Los presos fuimos conducidos al lugar de los hechos y conminados a confesar nuestros pecados, pero nadie soltó prenda, por lo que el “picadero” se vino como el trueno sigue al relámpago.
El “picadero” consistía en un castigo colectivo con abundancia de golpes, gritos, destrozos, etc. una histeria teatralizada que los milicos suponían resultaba ejemplarizadora, pero que en realidad no hacía más que reafirmar quienes, en esta película, eran los malos.
Así rato después los prisioneros trotábamos dentro del perímetro alambrado, vuelta tras vuelta dentro del amplio espacio despejado contiguo al recinto de las cabañas; afortunadamente el ejercicio físico era una práctica habitual, de modo que estábamos bastante bien entrenados y ese trote no era mayor drama, por lo que con quienes íbamos cercanos en la columna trotadora nos concentramos en apreciar las posibilidades
escénicas de las imágenes que se iban sucediendo.
Cuando la columna pasaba por la parte más alta del campo veíamos hacia abajo las luces de la zona edificada, únicas luces en la noche del campo costero, luces que silueteaban las figuras de los milicos mientras hacían sonar los cerrojos de sus fusiles.
¡Clic, clac! Sonaban los FAL, ¡Tomp, Tomp, Tomp! Marcaba nuestro trote, en una cadencia que parecía infinita.
¡La cámara, compadre, la cámara! ¡Como hace falta ahora! Decíamos mientras trotábamos.

– Renato Alvarado Vidal –
Puerto Montt, 10 de abril de 2020.

La Pinina

En el campo de prisioneros de Puchuncaví, entre tanta fauna también hubo flora, entre tanto macho hirsuto, estoico y combativo, hubo quien aportó el toque femenino.
El joven Carrasco no era realmente preso político; preso sí, pero político de ningún modo; su pecado era haber sido amante de un oficial de ejército, y debe haber sido un muy buen amante, ya que el joven Carrasco era una persona muy amable y sencilla. Pero cuando puso punto final a su relación, el señor oficial no hizo lo que se habría esperado de un acerado soldado de la patria, varón de pelo en pecho; en vez de tomarse una botella de
Cabernet Sauvignon y escribir un tango, lo que escribió fue una denuncia en la que acusaba al bueno de Carrasco de ser un subversivo y por ende un peligro presente e inminente para el renacer de Chile.
Así fue como este pacífico ciudadano fue a parar tras las alambradas, tras transitar por los acostumbrados círculos del infierno. Afortunadamente siempre fue tratado con mucho respeto por parte del resto de los presos, pero era inevitable que se destacara como un elemento muy diferente al conjunto. Cuando yo iba a formar, transitando por detrás de la fila de quienes ya se habían alineado, luego de una serie de ponchos y chaquetones de castilla, aparecía una figura vistiendo un hermoso tapado ceñido a la cintura, con cuello y bocamangas de piel; a la hora de numerarse escuchábamos estentóreos barítonos: ¡Doce, Trece, Catorce! seguidos por un suave contralto: ¡Quince!. No tardó mucho en ser rebautizado en homenaje a una popular figura de la televisión de aquel entonces: La Pinina.

La generalidad de nuestras habitaciones mostraban el peculiar “orden” que habitualmente se atribuye a los hombres solteros, con unas literas que por algún prodigio se sostenían en el aire, de tanta madera que se les había sacado para hacer artesanías, pero la de la Pinina era la única que tenía ¡piso encerado! ¡y mesa de centro! cubierta por un pañito blanco tejido en fino frivolité, florero inclusive.
A Carrasco lo volví a encontrar en un aeropuerto algunos años más tarde, me pareció que había reconstruido su vida y eso me alegró mucho, ya que era una buena persona.

– Renato Alvarado Vidal –
Puerto Montt, 10 de abril de 2020.

Variopintos

En el campo de concentración de Puchuncaví de veras concentraron lo más variopintos y representativo de Chile, había de todo, nortinos y sureños, urbanos y rurales, viejos y jóvenes, padres e hijos, intelectuales y proletarios, artistas y oficinistas, todo esto y más, lo que hacía muy enriquecedora la experiencia para todos y muy valiosa para mí, que recién me iniciaba en la práctica política.
Desde que comencé a hacerle empeño a un mundo mejor, en mayo del 68, en la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, yo había sido un hipi anarco-psicodélico sin vínculo formal alguno con los partidos existentes, pero con amistades en casi todos ellos, tanto de izquierda como de derecha.
Para mí la mayor riqueza fue encontrar representados en el conjunto de prisioneros a la casi mayoría de los partidos y movimientos existentes en el país.
En 1975 culminaba la ofensiva de la dictadura contra el MIR, por lo que la mitad de los presos eran de ese movimiento y el resto se completaba mayoritariamente con socialistas y comunistas, pero también estaban presentes grupos menores, como las dos fracciones del MAPU, uno de la Vanguardia Organizada del Pueblo y los que éramos hinchas de Mao y Enver Hoxa; incluso había un momio, un compadre vinculado por lazo familiar al “guatón Joel”, mirista célebre por haber entregado hasta al gato de su abuela, y hasta un prójimo con antecedentes nazis!
En el campo nos teníamos mutuamente a la vista todo el tiempo y podíamos observar la práctica concreta de cada uno y de cada grupo ¿Quiénes eran entusiastas, quienes eran formalistas, quienes eran cumplidores, quienes eran individualistas, quienes criticaban, quienes divagaban?
Una actividad en que estos matices e idiosincrasias se reflejaban con claridad era la escuela; los muchachos del MIR eran de una riqueza encomiable y de una inconstancia desoladora; partían ofreciendo un menú tan estupendo de asignaturas que hacían del campo una Atenas alambrada, allí tomé un muy buen curso de idioma alemán, pero rápidamente las clases comenzaban a postergarse y a espaciarse hasta desaparecer. Los partidos que habían sido de la Unidad Popular ofrecían menos asignaturas y más básicas, como alfabetización para los compañeros que aún lo necesitaban, y esos cursos habitualmente se mantenían en el tiempo. El representante de la VOP, compañero “Chandú”, a quien todo el campo consideraba un lumpen de pura cepa, se presentó como profesor de Religión.

– Renato Alvarado Vidal –
Puerto Montt, 11 de abril de 2020

«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, 
el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella
tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”
Cien Años de Soledad
Gabriel García Márquez

 

La Memoria Dormida

Con Dylan como música de fondo, inspiradora, escribo estas líneas que dicen relación con el tema de la memoria dormida y el despertar de la misma.

Estas líneas son sobre Melinka, aunque no desde la perspectiva de nuestra Corporación de Memoria y Cultura de Puchuncaví, sus logros y avances, sino desde su real origen que mucho tiene que ver con mi propia historia y una idea especial un poco loca y un poco utópica en sus inicios y de cómo nació esta.

Para ello, debo retroceder en el tiempo a mayo de 1976, fecha en que contra mi voluntad y deseo debí abandonar el país. A mi salida de 3 Álamos se me dio un plazo perentorio de quince días para encontrar acogida en algún país, caso contrario debía atenerme a las consecuencias bastante obvias por cierto.

El 29 de mayo de 1976 Roberto Kozak, un amigo entrañable, encargado del CIME en Chile me acompañó al aeropuerto y subió conmigo al avión para asegurarse que nada ocurriese con mi seguridad. Finalmente bajó del avión pocos minutos antes que se cerraran las puertas y el Lufthansa despegara de suelo chileno. Fue uno de los viajes más largos de mi vida, primero Buenos Aires luego Frankfurt, Copenhague y finalmente Estocolmo.

Desde el momento que pisé suelo escandinavo todo cambió radicalmente: Un país bonito, verano soleado, un idioma indescriptible y un pueblo generoso y solidario partiendo por su primer ministro gran amigo del Chile democrático, Olof Palme.

Paradojálmente y tal como a muchos otros chilenos, descargué mi frustración y rabia contra este país; rechacé todo los que fuese Suecia y su gente, aunque la realidad me fue indicando que ese era el camino equivocado a seguir. Así, paulatinamente fui asumiendo la nueva realidad que con la llegada de Silvana mi compañera de vida se me fue haciendo cada día más llevadera. 

Junto a un grupo de camaradas con los que teníamos más o menos un mismo recorrido por los diferentes campos de prisioneros, trabajábamos en el Chile Kommitet denunciando los atropellos de la dictadura cívico militar y sumándonos a la solidaridad internacional con el pueblo chileno.

Todo esto fue paulatinamente adormeciendo la memoria de Villa Grimaldi  así como Tres y Cuatro Álamos lugares en los que estuve largo tiempo detenido. Eran historias demasiado dolorosas y que mi inconsciente de alguna forma quería esconder. 

Así pasaron muchos años en que la cotidianeidad y el tiempo  absorbían mis pensamientos. El trabajo y los dos adorables hijos llenaron nuestras vidas pese al dolor del exilio forzado y a la lejanía de los seres queridos que quedaron en Chile.

En abril de 1990, una muy querida mujer, madre de mi amigo de toda la vida me escribió preguntándome si yo podría entregar un testimonio por un camarada del MIR de quien no había mayor información.

Martita Muñoz fue prisionera de la DINA en Villa Grimaldi y luego en 4 y 3 Álamos. Ella era un ser de una dulzura y luminosidad como pocas, siempre generosa y disponible a levantar el ánimo de las compañeras que se encontraban más débiles. De alguna manera cumplía el rol de madre con muchas hijas.

En su carta me preguntaba si estaría dispuesto a entregar testimonio por un militante del MIR. Hugo era ex alumno del Liceo Manuel de Salas, compañero de mi hermana Victoria. El era una gran persona y camarada que al momento de su detención tenía 25 años.

Posteriormente, me envió un formulario que debía llenar. Al abrir el sobre y leerlo me sentí incapaz de escribir algo, mi mente estaba completamente bloqueada y no sabía por dónde empezar. Lo primero que se me ocurrió fue tratar de hacer un plano de Villa Grimaldi: lo hice con algunos errores pero en general bastante aceptable, a mi parecer.

Así, de pronto empezaron a fluir imágenes y recuerdos de situaciones, rostros de camaradas, de lugares físicos, del dolor, la angustia y la sorna de nuestros carceleros.

Mi testimonio fue muy doloroso. El 13 de enero de 1975 fui detenido por la DINA era el día del funeral de mi padre, fui llevado a Grimaldi. Allí me sacaron la venda y me pusieron frente a Hugo. Me impactó ver su estado: su rostro desfigurado por los golpes y la tortura, sus ropas hechas girones y sangre por todo el cuerpo, herido a bala en las piernas. Para mí es un recuerdo imborrable y tremendamente doloroso.

Muchos años después me enteré que fue asesinado ese 13 de enero en la tarde por agentes de la DINA. Creo que fui la última persona que en verlo con vida.

Con estos recuerdos despiertos, volví a la realidad de un exilio sin fin. Además del exilio, la dictadura me incluyó en un listado nacional de gente con prohibición de ingresar a Chile. La famosa letra “L” que también le pusieron a Silvana. Hoy ese pasaporte está en exhibición permanente en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Santiago.

Finalmente se me permitió volver a tierra chilena, ambos terminábamos nuestras carreras universitarias en la ciudad de Lund, Suecia, por lo que el anhelado regreso no podía ser inmediato. En septiembre de 1991 retornamos al país; fue una mezcla de gran alegría y pena pensando en tantos camaradas que sacrificaron sus vidas y con quienes compartí momentos muy duros pero de mucha camaradería y solidaridad. 

Una de mis primeras salidas fue ir a Grimaldi que en esos años permanecía cerrada y  solo era posible mirar hacia el interior a través de una mirilla en el portón de fierro. Al interior solo se veía maleza y altísimas hierbas, prácticamente nada físico salvo el muro rojo y los portones de acceso.

La segunda visita fue a Tres y Cuatro Álamos. Nunca tuve clara su ubicación. Mi hermana me llevó. Solo pude ver por un lado un muro alto y los techos de la casa.

Mi tercera estación debía ser Puchuncaví aprovechando un viaje familiar a Papudo a la casa de mis padres. Llegamos al campo ingresando por el camino original. En el ingreso había un gran cartel arrumbado a un costado del camino, un mudo testigo de esos años; decía “RECINTO MILITAR ARMADA DE CHILE”. Hasta el día de hoy me arrepiento por no haberlo rescatado. Por desgracia el auto era pequeño y no cabía.

La visita fue impactante, estábamos con Silvana y los niños que poco o nada entendían de lo que allí había ocurrido y de nuestras emociones. Les contamos de nuestro matrimonio en ese lugar donde no quedaba nada físico de esa época.

Después de recorrer el campo sin dejar un pedazo de tierra sin pisar, volvieron a mi mente los fantasmas del pasado. Los rostros de tantos camaradas queridos, de los oficiales, sargentos y cosacos, los castigos, las formaciones, los trabajos forzados, las retretas nocturnas y la actividad interminable de los prisioneros políticos ya fuese trabajando artesanías varias, dictando cursos y charlas de los más variados tópicos, la cultura a través de la música y el teatro, los telares y el esparcimiento que iba desde la brisca, el dominó  al fútbol y básquetbol. Es impresionante como fluyen las imágenes una tras otra en cosa de segundos. 

El viaje terminó pero el bichito de Puchuncaví quedó incrustado en la mente. Algo se debía hacer para salvar ese lugar tan abandonado.

Pasaron muchos meses y mis visitas al campo se  hicieron cada día más frecuentes. Mi pensamiento era simple, un sitio como este no podía desaparecer sin más, siendo parte de la vivencia de tanta gente y de una historia humana tan importante de la historia reciente de nuestro país.

A partir de ese momento, iniciamos un largo camino junto a Gonzalo Silva. Amigo entrañable y compañero de toda una vida. Partimos solicitando reuniones con los alcaldes de turno y los respectivos consejos municipales. Yo llevaba la memoria del campo y Gonzalo la cámara en su mano grabando desde el primer momento en que todo esto se inició. Fuimos un dúo eficiente, majadero y molesto para algunos concejales de la época. En esos tiempos la empatía a nuestra causa era nula por parte del Consejo Municipal. Perdimos la cuenta de cuantas presentaciones realizamos. Inicialmente se integraron otras personas del campo Gerardo Garcia Huidobro, Miguel Montecinos, Hernán Plaza, Quique Cruz y Rafael Chavarría, El Benjamín del grupo. Éramos pocos pero muy conscientes del deterioro del sitio, la permanente destrucción de los pocos vestigios aun existentes producto del clima y la actividad humana. Para quienes fuimos parte de esta historia, el espacio físico sencillamente estaba destruido, vacío: no quedaba nada de sus construcciones originales y los pocos vestigios aun existentes se deterioraban rápidamente. Solo era tierra y maleza. Este es el motivo que nos llevó a conformarnos como Corporación y a luchar por el rescate de un lugar tan emblemático como Melinka Puchuncaví otrora lleno de vida con la alegría de aquel lejano campo de veraneo para trabajadores y sus familias y la posterior resiliencia de quienes vivimos allí como prisioneros políticos. Gente digna, solidaria y consecuente con sus principios.

El trabajo de nuestra Corporación ha sido enorme, sin recursos propios pero con un grupo humano de un valor incalculable entre Ex prisioneros políticos, familiares y profesionales jóvenes que en su mayoría son compañeras mujeres así como amigos de la Corporación residentes en la comuna de Puchuncaví y en la región de Valparaíso.

Es una enorme satisfacción y por qué no decirlo, orgullo ver los avances logrados en estos pocos años. Sabemos que el camino es largo pero confiamos el avanzar hacia un futuro que estará lleno de logros y éxitos

– Rodrigo del Villar Cañas – 06 abril 2022

Nos tiraron a barriles de agua

Los marinos empezaron a golpear puertas de algunas cabañas y empezaron a sacar gente y hacerles como se decía en esos tiempos, picadero;  al principio la gente no sabía que pasaba, si estaban matando a los compañeros o qué, porque se escuchaban muchos balazos, carreras y gritos. Yo fui uno de los pocos o único privilegiado que sacaron dos veces a la pista, no por mi importancia política como te darás cuenta, sino que creo por haber echado algunas tallas cuando el jefe de los infantes vino a amenazar por una supuesta rebelión de los presos, esto pasó unos días antes.

Dentro de lo que me acuerdo una de sus amenazas fue que nos encerrarían inmediatamente después de las noticias, a lo que yo respondí y que pasaba si habían flashes de noticias de última hora, lo que produjo carcajadas entre los compañeros, pero no entre los infantes. Cuando me sacaron a mí de la cabaña (dos veces) me hacían correr, después me tiraban al suelo, me decían arráncate concha de tu madre y querían que corriera hacia las rejas de púas, por supuesto yo frenaba antes de estar muy cerca, para que no se le ocurra decir se
está arrancando y tuvimos que dispararle, esto duró no se cuanto tiempo y al final me decían de nuevo arráncate, te vamos a matar y yo le decía que no, que no me mataran, más risas, más patadas, esto era como un juego para ellos.
No me acuerdo si en la primera o segunda salida, a uno se le ocurrió tirarme a un barril de agua, todo esto entre las risas de los infantes y me gritaban: nada! tal por cual aprovecha de bañarte.  Al final,  ya cuando estaba en malas condiciones me sacaron y siguieron con más carreras, patadas etc.etc. A esta altura, ya no daba más y no de valiente, sino de cansado, le dije ante la nuevas amenazas de muerte, bueno mátame concha de tu madre y me paré.
Este fue el final, porque decidieron que ya no era divertido, porque el juguete Cupido, se había cansado y decidió que esto no daba para más.

Surcando la Memoria colectiva sobre el Banco del Campo de prisioneros políticos de Puchuncaví

Los prisioneros políticos de Puchuncaví solicitaron a la comandancia del Campo de detenidos políticos poder comprar los periódicos y revistas que tenían autorización de circular en Chile, esto debió haber sido a mediados de noviembre de 1974, en ese período la mayoría de los detenidos provenían del Campo de prisioneros políticos de Chacabuco, la primera administración estuvo conformada por Raimundo Elgueta Pinto y el compañero Renato Arias Rozas (el sordo) para la compra de café, té y azúcar etc. Los detenidos solicitaban después del desayuno los pedidos y los tenían que abonar anticipadamente. Luego los conscriptos que hacían su servicio militar obligatorio y que cuidaban el Campo realizaban las compras y estas llegaban antes de las 12 del día y excepcionalmente después del rancho de mediodía. En esos tiempos había una prohibición de que los detenidos pudiesen tener más de 500 escudos en su poder. El sueldo vital en Chile estaba alrededor de 3.000 escudos a septiembre del 1973 y a fines del 1974 por la inflación acumulada llegó a 15.900 (ley  chile.cl decreto 550).

Los detenidos de Chacabuco le aportan al Campo de Puchuncaví la organización del Consejo de Ancianos, que representaba a los detenidos políticos ante La comandancia del Campo y esta le asigna al Banco la cabaña celeste 5 para el pedido y entrega de periódicos e insumos. El 18 de abril del 1975 llega un nuevo “contingente»; de aproximadamente 70 detenidos desde Tres Álamos en Santiago en su mayoría militantes del MIR. Para la Semana Santa del 1975 los presos de Puchuncaví sufrieron una golpiza bestial ordenada por la oficialidad del Campo que hizo retroceder las demandas de los presos. Eran los tiempos de aceptar demasiadas órdenes; en junio del 1975 se conforma un nuevo Concejo de Ancianos con mayoría de Miristas y Socialistas.  En ese mismo mes trasladan a Renato Arias a Tres Álamos y como yo pasaba castigado  junto a Juan Carlos Gómez y el Consejo de Ancianos consigue que los presos que hacíamos labores comunitarias, como cocina, banco, enfermería y el diario mural no teníamos la obligación de ir todos los días a la formación que se hacía para cantar la canción nacional.

La diferencia con la primera administración fue que la segunda con Gastón Muñoz Briones y Hernán Brain ambos habíamos trabajado en un banco hicimos cartolas bancarias con los movimientos de compras y depósitos por cada “cliente o preso” la razón que como a mediados del 1975 se comenzaron con los talleres de artesanía y telares de lanas por los productos que producíamos los compraba el Comité Pro Paz  y los martes se llevaban los trabajos y se les pagaban a los presos. Lo que recibíamos los que trabajábamos en talleres alcanzaba para comprar 2 cartones de cigarros Lucky Strike que eran los más caros. Un cartón de Liberty costaba casi una cajetilla de Lucky. Como había prohibición que los presos tuviesen más de 500 escudos en su poder lo sacaban para afuera el mismo día o lo tenían que depositar en el Banco por lo cual ya no se tenía que pagar por adelantado las compras. Fuimos un banco muy solvente. Además que los marinos de clase nunca nos robaron. Todos los sábados le teníamos que llevar al comandante del campo un balance con lo que los marinos habían hecho de encargos de compras y le depositábamos para las compras de toda la semana y nos firmaba el libro de depósitos. Los marinos le solicitaban al comandante nuestro dinero para las compras.

Como era engorroso este sistema, después de la Huelga de Hambre 31 de julio al 8 de agosto de 1975, nos permitieron tener más dinero en caja y nosotros pasarle a los soldados que iban a las compras. Este contacto directo con ellos creó un vínculo más estrecho y lazos de “confianzas” como fiarles cigarros hasta que les llegase el salario mensual muy escuálido y nos informaban antes de que llegara el nuevo comandante semanal quien era o qué tipo de oficial era. También algunas veces saber antes de cuándo se producirían allanamientos o revisiones más estrictas y nos cubríamos con los barretines donde se escondían los documentos o los llamados microfilmes.

Cada sábado debíamos ir a depositar los dineros extras y esto nos permitía tener la firma del comandante y Carlos Díaz Cáceres, Agustín, para los porteños, como ex marino era el que encuadraba al oficial a que sección que correspondía, por ejemplo el mentado Caballo Loco el que mataba a los perros en su gorra decía CL 04 y era teniente del Crucero Ligero 04 y este era el barco Crucero ligero Almirante Latorre. (Donde quedó ese libro/cuaderno lo debería saber Raimundo. Si me pudieses poner en contacto con Raimundo podríamos hacer una memoria colectiva. Ya que las individuales pecan de impurezas.

El primer grupo que llegó a Puchuncaví fue del campo de concentración Isla Riesco de Colliguay comuna de Quilpué. Fueron ellos quienes construyeron las alambradas. El segundo grupo de Chacabuco construyó las torres de vigilancia. Uno de esos camaradas era Guillermo Véliz (creó septiembre que en octubre 1974). Algo importante; ambos grupos hicieron trabajos forzados según la legislación internacional. El tercer grupo, que llegaron entre otros Renato Arias Rozas, Raimundo Elgueta Pinto. Ellos fueron los primeros encargados del Banco. El cuarto grupo llegamos el 18 de abril de 1975 aproximadamente dos buses llenos. Después estuvimos Gastón Muñoz y yo desde junio 75 a septiembre del 1976 después volvió a estar Raimundo y otro compañero. El quinto grupo después llegó Sergio Vázquez  y los compadres de Osorno. Después llegó el grupo donde venían Higinio, Antonini, Carlos Bruit detenidos en mayo del 1975 etc. En junio el grupo de la JJCC de Talca y Genovese. Después llegó el grupo de Ritoque (creó septiembre 1975). Posteriormente fueron llegando grupos no más de 15 compañeros a la vez.

Como me enfermé en el invierno de 1976 y casi no tenía capacidad de caminar o lo hacía muy lento tuve que dejar el Banco y entró el tercer equipo compuesto por el querido camarada Soto Respaldiza y vuelve Raimundo Elgueta Pinto a la administración del Banco en Septiembre del 76 hasta el cierre del Campo el 18 de noviembre de 1976.

El tener una cabaña exclusiva para el Banco permitió ser esta de buzón para las entregas de documentos clandestinos o para esconderlos entre las tablas de los casilleros o escondrijos, reuniones relámpagos. El tener acceso a la prensa facilitó las discusiones políticas entre los presos políticos. Enviar a los camaradas que estaban en la clandestinidad remesas de dinero.
(Esta historia del Banco la conversé con Gastón Muñoz Briones antes que falleciera; pero hay tres fases. Raimundo y Renato son básicos para cerrar el círculo ya que yo y Gastón estuvimos en la administración del medio.)

– Hernán –

Semana Santa

Yo invité a algunos curas para hacer una misa el viernes Santo. En esa ocasión fueron varios sacerdotes para celebrar, esa quincena la tenía al mando un comandante que no se metió mucho con nosotros a pesar que el primero Núñez advirtió que «la marea viene mala” los curas se fueron dejando un mensaje muy fuerte en su prédica.
Estando ya en las cabañas durmiendo escuchamos ruidos y gritos, estaban sacando a punta de patadas una a una las cabañas, famoso zafarrancho noche de terror te hacían «nadar en el piso” tenías que avanzar porque tiraban ráfagas con las ametralladoras.

Efectivamente sumergieron a algunos en el estanque de agua.

Fue tan grande el escándalo que la gente del pueblo les advertía a las visitas «que le muestren a su familiar, anoche debe haber matado a muchos”.
Como era cambio de turno el comandante llegó, pedí hablar con él, pues la gente del Comité para la Paz se enteró y querían venir para hacer otra misa. Expliqué lo que pasó pedí permiso para la misa:

El comandante nuevo, católico, me pareció que entendió la cagada y accedió, vinieron los curas nuevamente y el comandante me dijo que yo lo invitará a la misa. Dije cuando todos estaban formados «todos recordamos la pasión de Cristo el viernes Santo”, hoy domingo de resurrección los invito a celebrar.
Todo el mundo bajó, algún comunista con sentido de humor (son pocos) me dice me sacaron la cresta por comunista y ahora por católico.
Esa celebración fue igual de fuerte, sin embargo no pasó nada. Mención aparte fue el primero Núñez con cara pintada y todos nos cagamos de la risa, decía grita como para decir que te estoy pegando.

– Ruiz –

Sonidos Artesanos

La sabiduría del preso es mantenerse permanentemente ocupado en el campo. Deportes, artesanías, trabajo de cuadrillas, lectura de todo lo que caiga en las manos: periódicos, revistas, libros de entretención y estudio, en fin, mantener el cuerpo y/o la mente sumidos en menesteres mínimos y máximos, todo para evitar caer en la cuenta de los minutos, horas y días que llevamos aquí adentro, y evitar también el temerario cálculo de cuánto tiempo cumpliremos encerrados.

Ayer, mientras leía antes del rancho, recostado en la trinchera sur, la más alejada de las cabañas, me percaté de los sonidos del campo a mediodía.  Entre medio de los pelotazos y gritos de los futboleros en la cancha, se destacan con nitidez los martillazos a las monedas del 33 de los artesanos desde diferentes cabañas. Y se lijan huesos, maderas, piedras, se reparan los telares y toda esta actividad suena, se siente al caminar por las calles del campo emanando de cabañas pero también de mesitas al aire libre, meta y ponga martillando, lijando, puliendo, hilando.  

Con el correr de los meses se ha ido  desarrollado un oficio hasta alcanzar niveles de alta calidad en la producción de medallas, huesos, maderas de guayacán, con diseños alusivos al campo, frases para el bronce, dedicatorias amorosas, en fin, una producción que responde tanto a la legítima libertad creativa de los artesanos como a la demanda de los que, como yo, somos negados para las artes y comisionamos estas joyitas para enviar a familiares y amigos. 

Cerca de navidad, el año pasado, se desplegó una actividad artesanal febril por encargos para medallas, aretes y colgantes para regalar a familiares y amigos. Y se podía distinguir con claridad los diseños más sofisticados (la luna tras alambres de púa…) que atraían a los interesados, toda una industria basada en la buena voluntad de los artesanos pues no había transacciones monetarias. Sabemos que estas medallas llegan al extranjero con compañeros que salen al exilio y, claro, circulan en la Vicaría y entre quienes tenían relación con nuestra gente afuera.  

Pero vuelvo a los ruidos pues creo que siempre los recordaré  como expresión de creatividad “combativa”, combativa por lo de darle duro a las monedas hasta aplanarlas, para después lijarlas y grabar sobre la superficie bruñida del metal los símbolos y mensajes de amor y de revolución, palomas de la paz, una flor sostenida por un mano empuñada, la luna y la púa que ya mencionaba, las últimas palabras de Allende (“grandes alamedas…”), algún verso corto de Neruda o Brecht o Martí, o “hasta la victoria siempre”… Y todo esto surgiendo en medio de los martillazos que se escuchan en distintas tonalidades por todas partes durante largas horas casi a diario. 

Casi pues cuando hay visitas la actividad decae significativamente y solo quedan dos o tres artesanos entre los que no bajan al encuentro de la alegría que viene de casa.  Martillando en cana, martillando la espera, creando desde la espera, sembrando pequeñas semillas de metal que algún día encontraremos entre recuerdos de estos tiempos, junto a mensajes cifrados, poemitas pretenciosos, promesas, las muletas en las que nos apoyamos para seguir rengueando en esta espera por reencontrarnos con la vida normal de todos los días de casi todas las gentes en casi todas partes. 

Al releer esta entrada de mi diario fui a buscar una medalla que “comisioné” al flaco Lamas o a Lelo Montesinos, ya no recuerdo, en la navidad del 75, para regalar a mi madre y que volvió a mis manos después de su muerte, en 1994.  Está grabada: “Con todo mi cariño, mamá” por una cara, y una mano empuñando el tallo de una flor por la otra.  

A 43 años de distancia en el tiempo cuesta imaginar cómo algo tan simple puede estar tan cargado de significado.  Esta medalla la guardo en una cajita de cuero que yo hice, con mucha ayuda de manos expertas, y que ha sobrevivido en toda su rústica y defectuosa forma todos estos años, viajando conmigo por tres continentes y encontrando su lugar en escritorios, gavetas, mesitas en todas las oficinas en que trabajé, para terminar en u armario al lado de mi escritorio, a la vista siempre, luciendo su cada vez más descolorido cuero que algún día fue rojo.  Y la elaboración artesanal de la cajita de cuero y las medallas que contiene contribuyeron en su momento a los ruidos que describo en mi diario, ruidos que formaron parte integral del paisaje de Melinka desde la primavera en que llegué hasta el invierno en que me fui.  Ruidos que reflejaban fielmente el sentir del campo, febriles en períodos cercanos a fechas importantes, como navidad, 1 de mayo, 18 de septiembre, ausentes cuando el silencio reflejaba malas noticias de “afuera” por el recrudecimiento de la represión.   

Hace algunos visité el lugar donde estuvo el campo, en Puchuncaví, y en el relativo silencio en un mediodía de cielos cubiertos, recordé las disonantes armonías del campo en las que los martillazos de los artesanos destacaban, a pesar de las más de cuatro décadas que separaban el entonces del ahora.    

– Patricio Rojas Lara –

In Memoriam, Oscar Castro

«En este mismo sitio recordamos hace algunos días una anécdota de Oscar Castro en la prisión política, en Melinka de Puchuncaví, donde le toman el pelo al comandante del campo. No sabíamos de su enfermedad. No imaginábamos que el maldito Covid también se lo llevaría a él, en París, en su exilio interminable. Lo seguimos recordando. Para reírse de los milicos había que ser valiente y creativo. Atreverse. Tener el entusiasmo por la vida que Oscar Castro transmitió siempre.

Se podría decir que cargaba más tristeza que muchos y que levantaba el ánimo como el que más. En su prisión se enteró de la detención de su madre, la señora Julieta Ramírez, y de su cuñado Juan McLeod. Lo fueron a visitar y los militares se los llevaron a la Villa Grimaldi y desde entonces comenzó la desaparición forzosa. No se sabe de sus paraderos. Sin embargo, Oscar levantaba el ánimo de sus compañeros con humor e ingenio en un largo itinerario por diversas prisiones. Representó, entonces, a “Casimiro Peñafleta, preso político”. Un monólogo de un humor negro desopilante representado ante el público literalmente cautivo que se reía de sí mismo.

En el campo de prisioneros de Ritoque -donde había solo hombres- ideó una jocosa función de “cine para adultos”. En la prisión había un compañero que hacía clases de historia del arte, que para hacerlas se consiguió extraordinariamente con los militares un retro-proyector, con el que podía mostrar reproducciones de pinturas. Oscar Castro mira la máquina e inicia el siguiente diálogo:

-Oye… con esta cuestión se puede proyectar cualquier cosa ¿no?

-Claro… una foto, un dibujo, cualquier imagen.

-Entonces, también podríamos mostrar fotos de minas en pelota… ¡préstame el proyector!

Ya equipado, el Cuervo- organizó una función especial, no autorizada, de “cine para adultos”, con fotos de calendarios. El lugar y la hora de la proyección fue comunicada discretamente a los interesados. Los espectadores debían pagar una entrada, a un precio de subsistencia: dos tarros de conserva, uno de algo dulce (por ejemplo, duraznos al jugo) y uno de algo salado (por ejemplo, chancho chino o una lata de sardinas). Las fotos de modelos sexy, que no llegaban a ser pornográficas, se proyectaban sobre una sábana. Además de los comentarios jocosos, para animar la sesión Oscar tomaba con disimulo una puntita de abajo del género y lo movía ondulante. Con estos efectos especiales conseguía que las mujeres semidesnudas se movieran sinuosamente, lo que provocaba la hilaridad del respetable público.

“Casimiro Peñafleta, preso político” fue número imperdible en la gira o temporada teatral que pasó por Tres Álamos, Melinka, Ritoque. Fue el alter ego del fundador del teatro Aleph, apodado “el cuervo”. En Ritoque, el personaje adquirió una faceta alucinante, de carga satírica: el “alcalde” autodesignado del lugar, representante oficioso y cómicamente solemne de los presos: “Encontré un frac y una chistera en un cargamento de ropa usada –cuenta entrevistado por Rebeca Araya-. Era mi traje, con banda presidencial y todo. Parte de mi trabajo era recibir a los prisioneros que llegaban, generalmente muy maltratados, y despedir a los que se iban. Aparecía en una carretilla, conducida por otros presos, me bajaba pomposo y les daba la bienvenida”.

La coherencia rólica del personaje era impecable, tanto al recibir a los nuevos habitantes como también al despedir a los que se iban en libertad. Parte de su función edilicia era inaugurar los actos culturales y todo lo que fuera inaugurable para un alcalde. La ceremonia de bienvenida era una performance absolutamente surrealista, desconcertante para los recién llegados que, generalmente, aceptaban con risas la autoironía y entraban en el juego social que los trataba como ciudadanos. A fin de cuentas la recepción la encabezaba un par: un compadre, un compañero de viaje, un actor de la misma tragicomedia. La farsa se desarrollaba con la tolerancia de la guardia militar que veía en esto una mera distracción que ellos también disfrutaban. “El teatro –decía- inventa mundos y cuando un hombre se acuerda de que puede crear y reírse, encuentra su libertad dentro de él”.

Oscar Castro, el Cuervo, el alcalde de Melinka, Casimiro Peñafleta, preso político, el exiliado Mateluna y el cartero de Neruda nunca imaginaron que recibirían la Orden de la Legión de Honor del Ministerio de Cultura de Francia ni que sería designado Caballero de las Artes y las Letras por el Ministerio de Cultura de Francia. Así, la risa le ganaba al dolor y al miedo conquistando momentos de felicidad, un tris de plenitud, un gozo momentáneo, sorprendente que Oscar Castro describió magníficamente como “una extraña felicidad compartida”. Le escuché esta expresión en el Parque por la Paz “Villa Grimaldi” en el 2009. Encontré que era el mejor subtítulo para mi libro “Derecho a fuga. Una extraña felicidad compartida” (Asterión, 2018). Se lo conté, se llevó el libro, lo íbamos a presentar juntos en La Cisterna en la casa del proyecto Aleph-Chile quizás en el lugar que lleva el nombre de su madre desaparecida: “Sala Julieta”. Algo pasó, para variar. Quedó pendiente. Seguiremos recordando y compartiendo las enseñanzas de humanidad de Oscar Castro.»

Jorge Montealegre I. Escritor, académico Usach. Red de Investigación y Estudios del Humor (RIEH) Abril de 2021.

In Memoriam, Oscar Castro

«Oscar Castro: Nos dejaste. Y en estas condiciones, cómo no recordarte en tu representación de la obra “Neruda” en tu teatro “Aleph” al sur de París. Cómo no recordarte sólo por la representación de la vida y obra de un genio como “Pablo”, sino también en las singularidades de tú actuación y representación de él. Y cuando al final de la obra, tú salías a conversar con los asistentes, entre abrazos y jolgorios tú me respondías a la pregunta que yo te formulaba: ¿En que te pareces a Neruda? Y con grandes risotadas nos volvíamos a abrazar para expresar algo que te retrata entero “Confieso que he vivido, compadre”. Y antes, y después en el mismo lugar, del Aleph de Yvry sur Seine, nos reencontrábamos nuevamente con obra “Salvador Allende” y reiterábamos las juntas con la tercera de la tríade y tu actuación como “Che Guevara”. Tres obras que reflejan no solo tus condiciones de creación, dirección y actuación teatral, sino que realzan tú dimensión política con relación a las acciones que nos legaran grandes hombres.

Te recuerdo también en ese encuentro fortuito en el año 2005, en los “Temporales teatrales de Puerto Montt” con la obra “Mi amor al teatro” y que  enganchamos inmediatamente solo días después, con tu representación con otra obra en Valdivia.

Cómo no recordarte, al calor de las empanadas y los vinos navegados en las innumerables presentaciones que hiciste en los sábados en las peñas del “Comité Latinoamericano de Refugiados Políticos” (CLA), en los subterráneos de la Iglesia Saint Eustache, en el centro de París con obras como “Casimiro Peñafleta en el exilio” o las reiteraciones de ”Mateluna”,  “Casimiro Peñafleta” y “Casimiro Peñafleta preso”. Eran tres obras tuyas en que representabas sucesivamente a un pequeño burgués que intentaba adaptarse la situación de dictadura después del golpe de Estado; luego la siguiente que era tu representación como prisioneros y finalmente una tercera en tanto que exiliado.  O también esa gran obra sobre la noche bohemia parisina con “Le Kabaret de la Derniére Chance”.

Pero sin duda, la impronta de Oscar Castro nos queda marcada en la convivencia que tuvimos en el “Campamento de Prisioneros Políticos de Puchuncaví”. Hiciste, con tus actuaciones artísticas, una contribución al estado de ánimo de los prisioneros permitiendo enfrentar y resistir mejor la privación de libertad. En ese período, configuraste una corriente masiva de prácticas del teatro popular, en la cual, semana a semana configurabas una nueva representación teatral que a veces iba acompañada de otras expresiones culturales. Era un desborde de creación colectiva que en su parte final, y antes del cierre de los campos de concentración, realizaste en repetidas interpretaciones junto a Genovese y el chino Plaza. Te debo disculpas por catetearte todas las semanas por el guión que me exigía el Comandante del Campo de la Armada y que yo tenía que rendirle previamente como parte de la censura para autorizar la presentación y que me correspondía mediar en tanto que delegado de los prisioneros.

Nos has dejado, Oscar, un gran legado de más de 20 obras de teatro de tú creación, la participación en 10 películas y escritos literarios entre los cuales se encuentra la tríade “Allende, Neruda y Che”.

Nos has dejado, Oscar, un gran legado de compromiso político y expresión popular de resistencia al orden establecido y de rebeldía frente al orden cultural dominante.

Me despido con la certeza que la función continúa en cualquier parte que estés.»

Jorge Weil

In Memoriam, Oscar Castro

«Comparto con Uds una noticia tristísima:  al mediodía de hoy, en Paris, y producto del COVID-19, falleció mi amigo y entrañable compañero en los campos de concentración de Pinochet, Oscar Castro Ramirez.  Óscar fue Director, Actor, y Autor de obras de teatro conocidas mundialmente.  Quienes fuimos presos políticos de la dictadura tenemos una enorme deuda de gratitud con el porque Oscar se sobrepuso a la detención y la desaparición de su madre, detenida por la DINA cuando lo iba a visitar en Tres Alamos, y creo, escribió, dirigió, y actuó en los campos de Ritoque y de Puchuncavi su obra “Casimiro Peñafleta preso político” con la cual retrató las distintas vivencias dentro del campo de detenidos por estado de sitio desde una perspectiva humana y humorística, nos hizo reír y reconocernos en sus personajes, y con ello hizo una contribución extraordinaria no solo a la Memoria sino a la estabilidad psicológica de quienes compartíamos con él la prisión política. Su obra artística fue ampliada en el exilio, a la vez de recrear el Teatro Aleph en Paris, y fue reconocida por Francia nombrándolo “Caballero de las Artes y de las Letras”, el máximo honor que el estado francés otorga a un civil.

Mi condolencias a Oscarito, su hijo, y a Silvie, su compañera y partícipe del Teatro Aleph en Paris. Mis sentimientos de profunda pena a todos quienes tuvimos la suerte de conocerlo, cultivar su amistad, sentir su compañerismo, ser testigos de su compromiso, y disfrutar de su obra artística.»

Pedro Alejandro Matta. Domingo 25 de abril de 2021″.

In Memoriam, Oscar Castro

» El Cuervo pasó por varios campos de concentración y su madre (Julieta Ramírez) y su cuñado (John McLeod, actor del Aleph) desaparecieron en Villa Grimaldi. Por su extensa obra teatral, el Cuervo fue condecorado como Caballero de la Legión de Honor.Se negó a vacunarse contra el Covid y, al contagiarse su esposa Sylvie dando un taller de teatro, toda la familia se enfermó, pero sólo Óscar se agravó. Óscar confundo’ el grupo de teatro Aleph en el Instituto Nacional entre 1963 y 64 y después de ser liberado se exilio’ en Francia.Deja un gigantesco vacío entre quienes lo conocimos desde la adolescencia y todos quienes conocieron su obra y sus muchas aventuras. Vuela alto Oscar Castro.»

Anónimo

In Memoriam, Oscar Castro

«Queridos todos, Con profundo dolor asumo la noticia de la partida de Oscar Castro.
Quienes lo conocieron con artista y como compañero sabemos que nunca lo tuvo fácil, pero siempre su talento nos permitió, hasta en los momentos mas difíciles, disfrutar su obra y reír juntos.
Espero que su núcleo francés y chileno tengas la fuerza de llevar adelante su vida y su obra.
Con un gran respeto y mucha pena, digo Adiós querido amigo Peñafleta»

Germán Larrabe

In Memoriam, Oscar Castro

«Oscar, no te has  marchado, siempre estarás en el recuerdo de muchos expp, donde compartimos penas, alegrías, dolores en las sombras de Villa Grimaldi, Cuatro Alamos en el campo de concentración de Melinka con tus salidas semanales cuando eras el alcalde y te acompañaba la banda del  Boris Chornik al compas de la canción Mejillones, invitando al circo que fue creado para los niños, pero se transformó también en un circo para las visitas adultas, padres, hermanos (a), compañeras, abuelas (os) de los prisioneros, como olvidar tus tallas y carcajadas. Mantendremos tu recuerdo porque es parte de nuestra memoria, para cambiar este país. «

Juvenal Cortés.

In Memoriam, Oscar Castro

«Es realmente una impactante noticia. Aunque en estricta verdad, Casimiro Peñafleta y su personaje, Óscar Castro, no son solo un recuerdo sensible de quienes compartimos la experiencia extrema de esos aciagos años.

Más preciso, el alcalde de Melinka pertenece y está presente en el sitio de memoria histórica construido en esos parajes (los que otra vez son escenarios de brutales tratos a seres humanos, por los mismos hechores del pasado, quienes instalaron una nueva zona de sacrificio, esta vez, socio ambiental.

Peñafleta, Mateluna y tantos otros compañeros de luchas y emociones -más allá de distintas temporalidades y geografías- siguen y continuarán siéndo parte integrante de nuestras vivencias cotidianas, tan reales y presentes como nosotros queramos que lo sean. Todo depende de lo que sintamos, pensemos y hagamos.»

Nelson Viveros Lagos

In Memoriam, Oscar Castro

«Estuvimos juntos en Tres Alamos. Compartimos la misma carreta y cuando nos reconocimos como Institutanos, cantamos al unísono el himno del  Instituto Nacional, nuestro liceo con el asombro de los demás presos. Descansa en paz Oscar.»

Pedro Vega

In Memoriam, Oscar Castro

«Sentí una enorme tristeza anoche al enterarme de la partida abrupta de Oscar Castro, que falleció ayer de Covid. Hoy una sensación de vacío y agradecimiento hacia su persona por todo lo que otorgó. Su última comunicación en las redes sociales fue el 18 de abril y sólo hace unos meses coincidimos en una reunión Zoom con otros ex prisioneros del campo de concentración Puchuncaví. Allí nos dio infinitas alegrías con las obras de teatro que montó y con su alegre y positiva personalidad.

Son innumerables las anécdotas que desfilan en estos momentos frente a mi memoria y por ahora las dejaré continuar sin detener alguna para compartirla en este mensaje. Veo que Oscar, definitivamente demasiado temprano, ha finalizado su obra y dio ayer su reverencia a todo su público. Hoy le aplaudo con fuerza y gran cariño. Nos deja a su personaje imaginario, “Casimiro Peñafleta”, que en juego le nombramos en ese entonces Alcalde de Puchuncaví y que ahora lo será eternamente.»

Guillermo Lois

In Memoriam, Oscar Castro

«Nos causa mucho pesar, la pérdida de nuestro compañero y amigo Peñafleta con quién compartí pieza en el campo de prisioneros políticos en Puchuncaví, donde agradecíamos sus presentaciones teatrales de los fines de semana, que fue una gran ayuda para levantar el ánimo de todos los que pernoctábamos forzadamente sin fecha de término en las mazmorras de la dictadura.

Nos encontramos fuera de los campos de concentración en muchas ocasiones, siendo en este último tiempo en su sala de teatro de La Cisterna.

Nuestras condolencias para su familia, el teatro, la cultura y la lucha que mantuvo siempre por una sociedad justa.

Hasta siempre compañero!»

Luis Madariaga.

In Memoriam, Oscar Castro

«Para quienes le conocimos y convivimos con él en los campos de Concentración de Ritoque y Puchuncavi, el dolor por la irreparable pérdida de este grande que pese a llevar en su interior el enorme dolor por la desaparición de su madre Julieta Ramírez y su cuñado John Mc Lead a manos de la DINA, logro sobrellevar esa pena infinita con ese talento innato que no solo le ayudo a seguir adelante, sino para entregar a sus camaradas  lo mejor de sí a través de sus obras teatrales llenas de doble sentido y humor que junto a sus inolvidables personajes nos transportaban fuera de esos espacios negros rodeados de violencia y alambres de púa, en esos viernes culturales inolvidables.

Nuestro Alcalde con banda residencial, de sombrero de copa, levita sobre su carretilla de transporte partió junto al Peñafleta eterno a inaugurar nuevos espacios eternos. Su ejemplo de vida nos acompañara eternamente y en algún momento nos reencontraremos en ese campo florido en la primavera de Puchuncaví.

Gracias eterno y querido amigo por ser como fuiste»

Rodrigo del Villar